20 jul 2006



CIRUELA ROJA



Mi primer beso me lo dio una mujer.

Si tomas una ciruela roja y la presionas entre tus labios sin romperla, calculas su volumen, y exploras su textura, sin rozarla siquiera con tu lengua, solamente labios y ciruela, podrías hacerte una idea, aunque quizá demasiado vaga, de la delicadeza de esa niña.

Una ciruela arrancada de un árbol soleado en pleno verano. Suave, delicada, boca carnosa; una fruta virgen para el estomago implacable del mundo. Teníamos seis años, ¿Cuál es la diferencia entre el juego y la seducción? ¿qué línea se cruza entre la sensualidad y la inocencia, y en que momento? ¿Cuál es la edad idónea para descubrirse sexual? No lo sé ahora, en ese entonces tampoco lo sabía.

Una primaria pública, turno vespertino, salones en construcción, y en medio del recreo, como escondido, encuentro un beso; una boca mordiendo los bordes de mis labios, (yo entonces no sabía que tenía labios), yo no conocí hasta entonces ni la tersura de las uvas ni su carne; antes de ese momento todo era tragar, después de él todo se volvió un dulce deletreo de la boca, sobre una fruta que se va abriendo poco a poco, que moja, que refresca y quema al mismo tiempo, sin que eso se pueda explicar.

¿Qué es un beso? Yo no lo sabía. Yo pegaba mi cara a una mejilla y chasqueaba los labios; era bonito y era bueno, las abuelas y las tías, los abuelos y los tíos, mi padre y madre, podían estar satisfechos y contentos, la nena era cariñosa y regalaba besos. Laura tomó mi cara con sus manos llenas de tierra, se acerco a mi cara, cerró los ojos, y aprisionó con sus labios mi boca, los hizo hablarme y contarme emociones con su piel, me dibujo sin colores la forma de mis labios con su lengua, y entonces yo olí; olí algo así como una gota de lluvia antes de caer al piso. Fue extraño, dulce y agrio como una mandarina, doloroso y rico como el raspar de una paleta. Sus manos también besaban, recorrian y presionaban con avidez los huecos y rincones dormidos de mi cuerpo de niña, y yo sentí; sentí por primera vez el columpio de la sangre, que me estremecía y me hacia volar sin siquiera despegar los pies del piso, me llenaba los ojos de lágrimas y a la mismo tiempo la cara de risa. Era bonito, ¿era bueno?

Un día regresé a clases pero Laura ya no regresó más. Alguien (quizá mi madre, quizá la maestra) supo lo que ella me había enseñado y la dirección decidió echarla; sí se enteraron lo supongo, y seguramente lo dije yo, ¿y cómo no decirlo si fue el mejor descubrimiento de la primaria? ¿si desde allí supe que me gustaba sentir la electricidad de mi cuerpo contra otro cuerpo? ¿si desde entonces mi manos se volvieron mis amigas y mis amantes?

Así aunque Laura y su rostro se fueron borrando poco a poco de mi memoria, nunca pude olvidar el efecto de su boca y sus manos sobre toda mi piel.

Pasaron muchos años antes de poder ver en mi cuerpo lo que ella adivino con sus manos de maga. Tarde muchos años en conocer los términos: sexualidad, masturbación, lesbianismo, heterosexualidad, mas unos cuantos segundos en entender lo que yo había vivido. Tarde muchos años mas todavía para encontrar a un hombre que supiera besarme sin tragar, sin romper, sin lesionar; solamente paladearme calculando y revelando mi textura, mi sabor, mi forma; despertando y rasgando suavemente mi pulpa hasta hacer brotar con su lengua, el jugo interminable, de esta roja ciruela madura.

19 jul 2006



LA SOMBRA DE DESDEMONA

Quédate así cuando estés muerta, para que después de matarte pueda seguirte amando” Otelo



Te traje una rosa para que la pongas en mi tumba. Mi cuerpo tiene mucho frío, tú sabes, aun no se acostumbra a ti, a tu silencio, a tu obstinación por declarar muerta a la que bien podría existir sin tí; el cementerio de tu alma todavía no devora mi piel, tus gusanos de caricias aún no me paladean.


Prefiero mil veces el sepulcro de tu carne que la tumba de tu amor. Cava en tus palmas, haz que en ellas descanse mi piel; abre tus dedos, ellos guarden mi espalda; sepulta mi voz en la carne de tus uñas; haz dormir mis labios en el centro de tu cuerpo.


Tu alma está muy sola, vacía, inhóspita; no soporto seguir escuchando mis pasos sin salida ni mi eco, la eterna oración deprecatoria contra tí, el grito del silencio amoroso que ya te ha roto todas las ventanas, no más, no lo soporto. Ya le he hecho los mas grandes destrozos a tu alma, desiste ya, déjame salir, o destrúyeme por completo. Detrás de tus ojos se oculta un veneno que nos bebe cada vez que me miras, y créeme, lentamente, sin tregua y sin descanso, con el te estoy matando.


Sin embargo te sonrío, te cuento historias, te canto versos, trato de acariciarte con el aire que alborota mi cabello, con la voz que resbala por tu cuello, con los labios reflejados en tus ojos; si, lo acepto, es un pequeño y dulce soborno, una suplica tierna a mi verdugo; pero no, tus ojos no ven nada, tu piel no percibe, todos tus accesos se han tapiado, no me dejas huir. ¿Por qué no entiendes que esa mujer que te amó hasta el delirio se ha muerto, y la que ahora tienes sepultada no sabe nada de renuncias, de fidelidades, de perpetuidad?Allí encerrada, con nuestro amor abortado hediendo como hoguera, entre las ruinas roídas de ternura, en esta tumba infestada de besos y caricias de ceniza, aquí, en tí, junto a la momia de deseos y promesas podridas, sin esperanza de morirme del todo, es donde te araño el amor, donde te deformo el corazón hasta volverlo de bestia, desfiguro tu rostro con todas esas frases-cuchillo que la desesperanza nos forjó, aquí te destruyo, te amargo, te condeno. ¿Por qué? ¿para qué? ¿Tanto desprecio, tanta saña que sentido tiene? ¿Todos los recuerdos almacenados solo sirven para atormentarnos?


¡Por favor mátame! Que ya se acabe esta tortura de verdades, no podemos revivir a la muerte, no tenemos como convertir en serpiente al ángel. ¡Mátame! No hay explicaciones, ninguna noche de pasión levantará a los muertos, eso que fue el milagro mas hermoso de los siglos se ha extinguido, seducirnos mil veces no nos devolverá el unicornio que fuimos juntos, ese que preñamos tras tantas noches de esperanza, ese que asfixiamos juntos hasta no dejarle ni un gramo de aire para respirar. Basta ya! Extraño la melancolía de tu ausencia, la infinita infelicidad de saberte perdido, el infinito desasosiego de que tú, amor, no estés mas aquí. ¡La sentencia por favor! ¡ya ejecuta la sentencia! todo crimen necesita recibir su castigo, mi crimen fue amarte hasta que no quedará rastro de mí ni de mi imagen, devorarte el amor hasta el tuétano, extraerte la esencia hasta romperte los huesos. Ya dame santa muerte, y eterna sepultura. ¡Ya por Dios hazme descansar!


Mátame, termina con este sacrificio al absurdo, con esta ofrenda al olvido, que nadie se entere que el amor es cierto y que destruye, que nadie sepa que nosotros acertamos a matarlo; mátame con la asfixia de tu cuerpo en otros cuerpos, con la soga de besos en otro cuello, con la almohada de tu pecho en otras bocas, con la espada de pasión en otra piel. Mátame en este amanecer sin el sol de tus ojos, sin la misericordia de tu espalda entre mis piernas, sin el alimento diario de tu lengua. Mátame, no me lleves de ausencia en ausencia, de memoria en memoria; ten lástima de esta pobre mujer que te traicionó hasta perderte, que te negó hasta quemarte, que solo le sigue siendo fiel al desprecio de este real y posible sueño, que ante sus ojos fariseos jamás mereció existir.

EL ANIVERSARIO

Me compré un marido. No, equivocación, compré a Jonh Lenon. Pienso mientras me jalo uno oreja y no me alcanzo la otra, ordenando platillos, revisando notas, checando los hornos, y viéndolo como se recarga en el aparador, sonriente, esperando a que alguien le pida un autógrafo.

Llegue de argentina a los 18 de años. México me pareció el mejor lugar para hacerme millonaria. Llegué sin dinero, sin tener a donde llegar, con pánico al metro, odiando hacer camas, lavar platos, cuidar niños, detestando la pobreza y a los 10 hijos de mi madre de los cuales a uno siempre le tocaba quedarse sin comer; llegué dispuesta a comerme al mundo por todo lo que no había comido, a comer y a poner un negocio de comida.

A codazos y mordidas logré ser chef y tener mi ristorante. Logré tres hijos y una familia, un nombre y una reputación; pero creo q en algo fracasé, no logré tener jamás un hombre.

Estoy cansada. He formado a mis hijos, he peleado por mi negocio, he luchado sin cesar, pero siempre lo he hecho sola. Es mi culpa, le he dado demasiado. Yo lo vi y lo amé, mi padre cuando nos casamos dijo: “parece inglés”, yo contesté “si, parece un bettle”, teníamos 22 años han pasado 23, y sigue siendo un “bettle” un escarabajo que se comió mi risa, mi vida, mis ilusiones, mis fuerzas, mi comida, y lo único que hace es revolotear, reptar, zumbar, adornar…

Estoy cansada. “No es lo mismo los tres mosqueteros… que los climaterios. Quisiera ahora que he llegado al tope de mi vitalidad él me sostuviera, ¿cómo puedo esperar que lo haga? Toda la vida lo he sostenido yo a él. Me enamoré de su sonrisa, de su facilidad para disfrutar la vida, de sus cabellos lacios y sueltos, de sus gafas, ¡de sus malditas gafas de ciego hippie! y bueno… por lo menos no puedo quejarme de que cambió, sigue viendo todo simple, divertido y sin responsabilidad, nunca ha movido un dedo, nunca ha necesitado hacerlo, y lo peor que ni siquiera para tocar la guitarra, todo lo que ha hecho, todo lo que ha “logrado” se lo he dado yo, ha sido mi marioneta desde hace 23 años y ni siquiera se ha dado cuenta!

Estoy cansada. Mi hija se va a ir con un hombre 10 años mayor que ella, al que no ama, al que idolatra por ser mil veces más hombre que su padre, por no usar gafas, por odiar el rock, por saber algo más que alzar los hombros y decir “así son las cosas Julia, ¿qué puedo hacer?”; y yo, maldita sea! no puedo hacer lo mismo, porqué ni siquiera ha tomado la iniciativa de engañarme.

Hace dos años tuve un amante. Estuve a punto de mandar al diablo hijos, ristorante, y marido. Pasé un año de infinita felicidad, de sentirme viva, mimada, dirigida; ese hombre sabía que hacer, vaya si lo sabía, parecía tener toda la sabiduría del mundo para complacer mujeres y hacerlas sentir amadas aunque era en realidad muy joven. A él no se le acaba el mundo, él siempre tenia soluciones, me ofrecía un futuro, tenia planes precisos para nosotros, me abrió la puerta a un universo que ni siquiera pensé que existiera, me rogó que pidiera el divorcio, que me mudara con él a sus sueños; pero… llegué a casa, vi a Antonio y a sus ojos de perro San Bernardo, su pelaje indefenso, su jadeante sonrisa, y comprendí que no iba a dejarlo, que sin mi se moría, y cómo lo odié! no pude marcharme, no pude evitar sentirme responsable de su inútil existencia.

Hoy volví a ver a mi amante. Me vio más vieja, con más arrugas, con menos ilusiones, casi abatida; con mis 45 años a cuestas, los ojos sin brillo, las manos quemadas, con las mismas 7 mil deudas a pagar; me vio mas vieja, y lo peor es que con el mismo viejo, muriéndome de costumbre, de hastió, de aburrimiento, sonriendo sin esperanza, partiendo pastel y apagando velitas, celebrando 23 años de amor.