15 jul 2010

PEQUEÑAS CRÓNICAS DE LOS SENTIMIENTOS MUTANTES

II


LOS HERMOSOS TRÍOS DE CUATRO

–Qué sorpresa encontrarte aquí –dijo abrazandola– yo ya te hacía dormidita –y el muy infeliz le plantó el beso casi en media boca– tienes la cara helada –y claro se sentó junto a ella frotandole los brazos, ese era mi guión desgraciado. Ella le sonrió con sus lindos ojos y no alcance a leerle los labios. ­–Lo mismo que la señorita, por favor –. Me cayó en los huevos. Eso me pasa por imbecil, por ensayar durante media hora que gracia decirle, por planear demasiado, ahora perdí la oportunidad de reempezar el capítulo donde lo dejé hace cinco años, todo porque el mismo máldito, de hace cinco años, volvío a aparecer. Pero esto no se va a quedar asi perro, al menos te fastidio la noche.

– Qué milagro –grité parandome de un salto y corrí a sus brazos–. Señor pero que honor poderlo saludar después de sus grandes y sonados éxitos –su cara no podía disimular el desagrado, siempre me detestó

–No exageres –dijo apretándome la mano como si me la fuera a romper

–No nada de eso, además que reencuentro tan deseado no? Nosotros tres aquí como en los viejos tiempos, –dije cargado de malicia

­–¿Te tomas un trago con nosotros? ­–ay chiquita pero que dulce voz, no más no te estrangulo con la cadenita de tu bolsa porque entonces como la quitas, mi reina.

–Su mamá se lo prohíbe pero tal vez pueda tomar leche –¿asi nos llevamos perrito? andale, total mientras tu ladras yo le doy un besote tronadote en la mejilla y le dijo al oído lo chula que se ve con el pelo largo.

–Gracias, yo también ya extrañaba mi melena –al decirlo se descubrió el hombro izquierdo, y él aprovechó para olerle el cuello como perro reconociendo a su dueño, yo mientras tanto le acariciaba el antebrazo lujuriosamente para que no olvidara mi calor, poco faltó para que alguno la orinara. Ella amablemente nos sacudió, costumbres finas de cachorra con pedigri.

–Que lindos aretes ¿de qué son? ¿Diamantes? –no wey, segurito que son lágrimas del cielo. Ella se puso roja y le empezó a temblar el labio.

–Sí, son diamantes ­–levantó la mano derecha y con eso gesto se irguió una muralla, ya había olvidado lo tierna que era cuando intentaba borrarse el agua de los ojos a manotazos–, hacen juego con este –y entonces vimos el anillo, tan brilloso que casi nos deja ciegos. Por unos segundos ambos nos quedamos tiesos, los ojos como pendulos entre su cara y su mano, tratando de enfocar, de dudar, de fingir que no era eso, que no había que entender. Pero derepente lo ví a él, y tuve la certeza que nunca fui yo quien más la había querido, ni era yo, en ese momento, quien acaba de perder todo. En un instante su rostro se opacó, como si nunca hubiera brillado. – Es muy extraño que sean ustedes dos los primeros que se enteren –sonrió con los ojos mojados y levantando los hombros, nos desarmó– ¿Brindamos?

–Por tu cabello, tus hombros, tus aretes y tu anillo –dijo él con una sonrisa pero mordiendose el alma, y yo sentí, por primera vez, que le tenía cariño.


2 comentarios:

the lines on my face dijo...

muy bueno, y complicado...

:) abrazos

Amorexia. dijo...

fascinado de la fascinación... me invitan a un trago?

deshora.