2 ago 2010

Ampliacion del TRUCO V para no enloquecer


"agregale un P.D. que no se le ocurra responder los gritos en la cabeza..." Amorexia

Si el silencio y la soledad te aturden y además los gritos en la cabeza no se callan debes entender que justamente para ellos es que te has desconectado del mundo, que sin ellos no habría manera de crear un silencio perfecto.

El mejor silencio es donde el ruído más pequeño puede escucharse nítidamente, y la estridencia ya no espanta, te fundes en esa mole de sonidos para ya no ser nadie.

Déjalos gritar, escucha el aire sustentado el grito, el pequeño clap de saliva, el gemir donde agoniza y muere la rabia, el crujir de dientes, el tronar de la mandibula, el suspiro después del esfuerzo.

Si te atrevez únete a ellos, grita primero con la boca cerrada, después separa los labios fugando el sonido entre los dientes apretados, abre completamente la boca y deja cantar al mudo que te vive, expulsa todas las formas de sonido que le quepan a tu traquea.

Sigue hasta las altas horas de la noche, si alguien aún esperaba tu vuelta al mundo de la soledad tendrá que largarse, gritos así no los soporta ni el menos cuerdo de los cuerdos.

4 comentarios:

the lines on my face dijo...

y lo mejor es que con garganta adolorida hice el último de tus consejos...
me gustó mucho lo que escribiste... no sé qué comentar, ando medio mensa jajaja... besos

Amorexia. dijo...

demasiado honor. te dejo un itinerario completo:

Predíquese un estado de ánimo vacío y una cara inexpresiva. La casa vacía, la luz apenas necesaria para conciliar la vista con el papel. Para prepararse, ojalá escuchar música suave pero oscura, sacar de sí los recuerdos y los sentimientos optimistas, distraerse en lo sutil, en lo inadvertido, despréndase de todo lo innecesariamente evidente, haga lejanos los sonidos cotidianos, disuelva su mirada difuminada al fondo oscuro de la habitación hasta que solo reconozca siluetas in-absolutas de lo que usted sabe allí; este punto es primordial; por que es preciso reducirse en presencia a el único punto de el cuerpo, de manera tal que no pueda decirse que usted se encuentra en su habitación, o en alguna sala principal; si no saberse únicamente en usted mismo; de manera que la habitación se refleje paralela, ajena y distante pero a mano, como en un espejo; sobre su misma presencia.
Es preciso aderezar el tiempo que transcurre antes de la primera línea, con algún recuerdo maligno o aunque sea desesperado de la niñez, recuerde que los miedos infantiles son los que marcan los miedos de los adultos; aquellos que no tienen que ver con las formas impacientes de las preocupaciones normales de un adulto, como perder el empleo o quedarse sin pareja; mas no pierda de vista el conteo de los segundos, de los momentos, saboree cada tic de el reloj, exhale cada toc; convierta el tiempo en una presencia que le respira en la nuca, en una sombra oscura que se mantiene de pie detrás de usted. Volvamos a los miedos infantiles; recuerde quizás algún episodio, donde encerrado por un silencio desgarrador se sintió desamparado, donde las fuerzas le faltaron para escapar de su estado sitiado por espectros y visiones que solo su mente resuelta a la falta de razón podrían ver, reviva las sonrisas y los espectros que de niño, reflejados en una ventana o alguna habitación vacía le hicieron correr despavorido en busca de un adulto, en busca de la salida, sin razón alguna en apariencia.
Una vez dominado el ambiente, fíjese impávido en las cosas que se erigen a su lado, domine sus instintos de supervivencia alentados por la razón conseguida con los años, y descubra en cada sitio una puerta que nos lleva a los irreparables demonios de los miedos. Escriba el título que le susurran al oído, no se pregunte quién lo hace, las historias de los muertos son de quién las escribe, ellos siempre son anónimos.

Amorexia. dijo...

Mire sin recelo el invisible que se recuesta en la pared que hay tras de su silla, maneje con cuidado las preguntas y respuestas que va planteando en el papel, escriba despacio, a ritmo lento y vaya acelerando conforme su estado se vuelve inaceptable a sus actuales cánones para mantener la vida, pero no se levante aún de la silla, que apenas va comenzando.
De pronto notará que muchas de las sombras que le rodean comienzan a movilizarse, siga las instrucciones con cuidado, puede poner el volumen de la radio muy alto si esto le ayuda a mantener la cordura, continúe tomando el dictado de cada monje o cada halado que pase junto a usted, ellos en cada uno de sus movimientos tienen la sabiduría de el miedo, justo la materia prima para la expectativa que usted requiere transmitir a los que leerán este su último escrito; piénselo así; es mejor para un efecto realmente poderoso, ponerse en los pies de el protagonista, y sentir el frío y apestoso aliento de la noche que viene y cae sobre usted, con cada carrera desprevenida en el pasillo, con cada llanto que sale de las paredes, cada risa desencajada, cada vez que sienta que lo están observando.
Describa cuidadosamente a la mujer que de improviso le toma de los tobillos y se impulsa con estos hacía adelante, de manera que usted al volver a ver el suelo ve su cara pálida y sin ojos, que usted sabe que a pesar de ello lo observan, sienta las sombras que se acercan por su espalda intentando tomarlo, dé la referencia precipitada y terrible de el niño que sentado a su lado junto a su escrito le mira muerto sin pestañar siquiera, dele un toque mas predecible escribiendo, que la sangre que chorrea la nariz de este niño obeso y desaseado ha manchado la hoja donde escribe, no olvide mencionar con especial acierto el frío en el espinazo, el escalofrío en el cuerpo, el terror que lo secuestra al sentir un beso helado y un lenguetaso en el cuello, mientras se apresta a darse cuenta de que no esta solo realmente en la habitación.
Cierre los ojos para que vea las caras de distintos demonios que han venido por usted en su llamado, se sacuden violentamente de un lado a otro, acelerados, enfermos, grotescos! sobresáltese en su asiento cuando escuche terrible el grito en su oído, la mano en su costado, y observe la sombra-hueco que se levanta majestuosa y maligna frente usted, sin duda; y lo pensará, es un demonio halado, quizás el invisible que rompió el hielo recostado tras de usted, el mismo que desde siempre le sonrió detrás de las ventanas y en los cuartos vacíos, con esa mirada que le atravesaba, con esa sonrisa que le decía “vengo por ti”.
Despréndase entonces de sus necesidades humanas, ruegue por la fuerza por mantenerse en vilo, así mejor; con este toque de incertidumbre que siembra lo acontecido hasta este punto, cierre su relato; dele la oportunidad al lector de su ultimo escrito de imaginar el resto, pero usted no se mueva, suelte el lapicero y prepárese para una larga noche, y no se vaya a dormir, manténgase atento; no sea y no valla a despertar mañana si se duerme.

deshora.

Horacio Fioriello dijo...

Grito! Presente... lo grito con las tripas y los dientes.

a mi me gustó

Horacio