Cuarto presagio funesto: Cuando había aún Sol, cayó un fuego. En tres partes dividido: salió de donde el Sol se mete: iba derecho viendo a donde sale el Sol: como si fuera brasa, iba cayendo en lluvia de chispas. Larga se tendió su cauda; lejos llegó su cola. Y cuando visto fue, hubo gran alboroto: como si estuvieran tocando cascabeles.
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Quinto presagio funesto: Hirvió el agua: el viento la hizo alborotarse hirviendo. Como si hirviera en furia, como si en pedazos se rompiera al revolverse. Fue su impulso muy lejos, se levanto muy alto. Llegó a los fundamentos de las casas: y derruidas las casas, se anegaron en agua. Eso fue en la laguna que está junto a nosotros.
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¿Qué estamos haciendo risa de mis ojos? ¿qué hacemos con esta conciencia azorada tan parecida a la estupidez y a la locura? Se nos caen los aviones encima pero tú y yo seguimos sonriendo, los trozos de tantas carnes llueven, se recogen los huesos como estiercol, los sueños, las vidas como colillas de cigarro, como noticias viejas, como el asiento del café en oficina, como una hoja más de árbol seco en el otoño de Reforma; pero tú y yo llenamos el espacio de cartas y reclamos de amor. Todos los ataudes del país no alcanzan para enterrarnos, para esa azafata de la que nadie publico el nombre, para esa mujer o ese hombre, o esos dos que caminando de la mano, o discutiendo, o besandose encontraron su destino. Pero tu y yo ¿que haciamos imitando el caer de los astros, calcinando nuestros dientes entre los ojos lejanos, en ese cuarto a la orilla del mundo?
Todo está hirviendo, ¿lo ves? Mis ojos no saben como apagar el fulgor del espanto, te juro mi risa que esa granada me estalla cada mañana en el craneo, te juro que no puedo caminar entre mucha gente sin revisar si todavía tengo piernas, que si escuho cohetes tiemblo desde la medula, que escucho ambulancias y creo que llevan a mis padres, a mis amigos, que se llevan mi vida, mis platicas absurdas y divertidas, y las noches locas con mis amigas, y las caminatas después de los conciertos, y los cafés con sabor a charlas eternas. Amor cierra mis ojos y apaga el fuego con tus labios, y no importa si esto es cursi, y no me interesa porque necesito mas dulzura que vida para seguir viviendo, para seguir caminando y escuchar música en salas llenas, y tomar café en los portales y platicar a gritos y carcajadas con mis amigas, y rebelarme al miedo y rebelarme a la muerte aunque me mate...
Las noticias, -no las de la tele, esa ya no quiero verla, su esperanza de chicle sin azucar me da asco, sus metiras ya son un cadaver de ocho dias- mis amigos me dan noticias, es como si alguien hubiera sembrado maldad y sus frutos invadieran las carreteras, las colonias, unidades habitacionales, como si en los cruceros sólo pudieran cosecharse abusos y asaltos, como si los niños vacios, sin ojos ni riñones, fueran las canastas para transportalos; como si se necesitaran miles de cuerpos, de hombres y mujeres cargando muerte, para vender matanza, para ganar muertos. Pero el mundo cambia si dos se besan, amar es combatir, en tus labios se esconde mi rebeldia, en tu cuerpo sepulte las armas, tu sexo es mi trinchera, y tú serás mi tumba porque sólo en tí acepto explotar.
Mi risa, cuando el país se caiga en pedazos que Dios nos encuentre con sabor a polvora en el alma, que nuestras piernas tallandose sean la chispa, que nuestras carnes alimenten el nuevo sol; que nos caiga el mundo encima amor, pero que nos sepulte juntos, que los gusanos a besos nos coman y que nos les sepamos a miedo, que el sabor a semen y saliva pudra a la muerte, que aunque seamos polvo estemos tan enamorados que olamos a vida...
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Sexto presagio funesto: muchas veces se oía: una mujer lloraba; iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos:
-¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos! Y a veces decía:
-Hijitos míos, ¿a dónde os llevaré?