CARRETERAS

"...de pronto sentí lo bien que se siente tener en una sola camioneta a toda la gente que quieres más que a nadie. Así es muy fácil dormir en paz y sonriendo."


A papá no le gusta correr, pero ya eran más de las 10 de la noche y aún nos faltaba mitad de camino, mi mejor amiga, -la novia de mi hermano-, tenia que llegar a su casa pronto para evitarse problemas con su padre, (no es que sea un ogro pero si lo es a veces).

No es tampoco que papá estuviera nervioso, ni que tuviera sueño, de una manera extraña ambas cosas se anulan simultaneamente, sin embargo manejaba tenso, rápido, y de vez en cuando, cabeceante.

Mamá iba al frente con él, dormida y con la trompa parada; en el asiento de enmedio mi hermano llevaba en los brazos a Lucy, la más fiel de las amigas desde hace quince años sino es que más, ahora con su anillo de compromiso en mano y una gran lista de necesidades para empezar la vida y para la boda, ambas carísimas. La verdad es que salimos tarde del lago por su culpa, los tortolos se detenian en todos los lugares menos vistados para besuquearse, se nos perdian cada cinco minutos, y todo eso hubiera estado rebien sino fuera porque estabamos a seis horas de la ciudad. Ahora trataba de remediar su error platicando con mi padre en voz baja para no despertar a Lucy ni a mi madre, pero la verdad es que su plática parecia más bien el dialgo de dos ebrios.

Hasta atrás ibamos nosotros, también acurrucados, también besuqueandonos. Fue perfecto ir hasta tras e ir tan lejos, nuestras manos también se besaban y nos besaban hasta alla donde el pudor detenia a la boca. Toda mi familia unida y viajando a 200 por hora, en mi cabeza esto era lo más cercano a la felicidad.

Un ráfaga de lucidez antes de la caída, una vaca que muje tan de cerca que hueles su aliento, un volantazo directo al vacío y el grito de mi padre: lo siento hija, es el final del recuerdo.