26 nov 2009

El día empieza cuando llegas. Al irte empieza una noche rara, porque hay luz y ruído, pero a la vez un silencio parecido al que se escucha cuando estás sumergido en una alberca.


Dicen que escuchar a Bach aumenta la concentración.

Hace tiempo que no caminaba sin un lugar en específico donde ir. No era tan temprano, alrededor de las diez de la mañana. Caminaba en dirección del centro de la ciudad buscando un lugar donde almorzar.

Había pasado tal vez cientos de veces por ahí, y siempre me llamó la atención pero no lo recordaba, De modo que caminé alrededor de quince cuadras para comer ahí. Fue agradable ver el tránsito de la 16 de septiembre por la ventana, almorcé rico por sólo treinta y cinco pesos. Y después camine una cuadra más para leer en la placita a dos calles del Carmen. Me encantó hacerlo.

Yo sé que no es nada especial, pero ese tipo de cosas me definen muy bien. Murakami completó la nostalgia por la yo casi perdida. Tokio blues me recordó cuando hacia grandes caminatas sin sentido y sin dinero.



Todos los días me gusta poner música mientras hago el desayuno, me gusta de varios tipos, pero toda cantable y tal vez bailable para parecer despierta, nunca nada serio, nada "clásico"...

El día empieza cuando escucho el motor del tiida llegando, todo lo demás es un limbo de televisión, libros, a veces salir, a veces tratar con escuincles locos y malcriados, a veces la cocina se parece al día, a veces un libro parece pintar un amancer, a veces la música, casi siempre nada.

Hasta Edinburg Texas supo de mí. Caminando a la orilla de la carretera, esperando encontrarme con algo, con un cafecito, con un pequeño restaurant, al menos con una gasolinera; y nada. Esa ciudad gringa no fue hecha pensando en humanos, nada amigable hay en ella.


Hoy se me antojo escuchar cantatas de Bach, rompí una jarra de vidrio que me gustaba demasiado


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