22 jun 2008

RETOURN DE POST VIEJOS... TODOS LOS TRUCOS PARA NO ENLOQUECER juntitos y listos para no ser seguidos
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TRUCOS PARA NO ENLOQUECER…
Extrañarte es una forma de vivir.
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Primer truco: dormir mucho
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Dormir horas y horas a pesar del insomnio, entonces dormirás soñando, soñando en las noches con los ojos abiertos, recordando palabras, y con un celular al lado, no importa si suena o no. A la primera te sonará absurda la prescripción, pero a medida que lo hagas caerás en cuenta que en realidad la entrada de una llamada “real” no es importante, sino escuchar su voz…
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Claro que no será el contacto con tus oídos estos de carne, esos de por sí ya no te sirven para nada, debes abrirte a lo extrasensorial: una comunicación más estrecha entre su ausencia y tus pensamientos; podrás saber entonces cuanta falta le haces desde su mundo, desde la vida de todos los días, de la vida debajo del sol: entre carros y la gente que se aprieta, desde el reloj y el sudor, desde la noche y la lluvia. Sabrás cuanto falta le hacen tu voz y tus manos, tus ojos y piel, y más que nada, tu calor…
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Por lo tanto las recomendaciones anteriores no son suficiente, aunque si indispensables. Debes mantener también un poco abierta la puerta de tu casa, abrir un poco las cortinas para que la luz le guíe, dejar libre el pasillo de objetos que le hagan tropezar, y sobre todo la puerta de tu cuarto no la cierres, mantén toda la cama calientita con el pasear de tu cuerpo, y los brazos bien abiertos…Recuerda, sí, recuerda. No dejes que se te olviden ninguna de las palabras de amor que has guardado, no permitas que se te borren las caricias, manténlas frescas, niégate a olvidar el sabor de sus besos; que la tierra seca o mojada, llena de piedras o sin ellas, el latón o madera, los gusanos y el tiempo, no te roben la memoria de su cuerpo, de su aliento, la electricidad en el cuello y la espalda, el cansancio más dulce que el reposo, la sed de más sed, el hambre de su sangre y de su vida…
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Primer truco: duerme, sueña.
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TRUCOS PARA NO ENLOQUECER…
mudo, conforme y eterno como este amor, ya tan mío que irá conmigo muriendo.
Salvador Novo
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Segundo truco: Habla
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Habla en la madrugada donde tu voz sea una verdad que se mezcle con el sueño. Habla, arrulla, bendice, confunde, vocifera, habla, turba, amenaza, miente, predice, maldice, habla…
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Habla en la calle, a solas o a su lado, habla a solas aunque vayas a su lado, habla entre la gente, entre la gente sola que se acompaña para creer que no es alma ambulante: solitaria y loca. Habla sobre sus diálogos inteligentísimos de sordos, entre el cuerpo que te robo su voz, entre su cuerpo y la voz de un cuerpo hueco; háblale, habla a sus huesos que no pueden olvidarte, a su piel que siente todavía tu escalofrío, a sus labios y a su lengua que se deshidratan de ti, a su memoria que busca tus palabras. Háblale que las palabras son lo único que no perdemos cuando perdemos el cuerpo.
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Habla, háblale cuando ya nadie lo escucha, cuando ya nadie responde sus silencios trizados de agua filosa, cuando a solas habla para escucharte y no perderse en la mentira del recuerdo; háblale que se muere de tanto eco tan vacío, de tanto no entenderte y de tanto no pelear con tu voz de perro herido.Habla para salvarlo, habla para salvarte, para salvarnos, de todas las distancias, de todos los naufragios, de todos los malentendidos y de todos los acuerdos.
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No guardes más silencio: HABLA
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TRUCOS PARA NO ENLOQUECER
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Tercer truco:

Pregunta hasta el hartazgo, escarba las razones hasta el hueso, pregunta, pregunta pregunta pregunta que la locura es quedarse con la espina en la conciencia...
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¿Cómo se hace? ¿Cómo se arranca el deseo como gajo de naranja? ¿Cómo se aborta tanta ternura tan quirúrgicamente que ni quede cicatriz? ¿Cómo se dejan morir tantas ilusiones como moscas?¿Cómo renunciarte? De verdad no es retórica ¿cómo le dice una a la sangre que no corra, que deje de regar el cuerpo, que deje de llegar al cerebro? ¿Cómo detener la cabeza que busca en todo intrincado laberinto una salida? ¿Cómo se le dice a la piel que se cierre, que no reconozca ni el calor, ni el dolor, ni el fuego?
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Ay, pedirle a la muerte que te mueras no alcanza para perderte porque creo en el infierno. ¿Qué se le raspa a la vida para que deje de esperar?Dan ganas de cortarse los dedos uno a uno para no detenerte de los cabellos, de tallar los labios contra pared hasta que todo lo rojo se vuelva de piedra y ya no tengas que besar, de exprimir los ojos para no verte ni cuando los cierro, de arrancarme todos los cabellos para no trenzarte, de cocinar el corazón para que si quieres lo mastiques…Sino dime tú ¿cómo le hiciste? ¿Cómo pudiste confundirme con la licuadora y apagarme? ¿Cómo te bañaste mi cuerpo hasta no dejarte ni un poco de tierra? ¿Cómo cortaste los cables y dejé de ser eso que vibra, que corta, que muerde, que vive? ¿Cómo pase a ser un archivo traspapelado? ¿Cómo pudiste pactar con mi muerte y venderle tus manos para no tocarme, para no alcanzarme, para no ahorcarme tu mismo? ¿Cómo pudiste llevarme flores, cantos, olvidos y llantos? ¿Cómo pudiste dejarme caer en el polvo, dejarme caer, dejarme?
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¿Cómo se hace? ¿Cómo hiciste? ¿Cómo haré?
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TRUCO MILDOCIENTOSCINCUENTAYOCHO :
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Por cada tres NO dí un SI
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Un NO es a veces una puerta, un obstaculo de niños, y es divetido golpear puertas y amenazar detrás, forzarlas, o en caso extremo, tirarlas, pero siempre es necesario alguna abierta de vez en vez. Un NO es a veces un muralla larga, hermosa pero larga, interesante pero alta; y recorrerla cansa, quizá fascina y obliga a tomar fotos, pero cansa. Un NO es a veces un abismo, sublime tal vez, asombroso puede ser, quita el aliento, arrebata la respiración, obliga a mirar a veces de rodillas; pero el vacio llena todo hasta anonadar el alma y la brecha se hace tan infranqueable que vale más dar la vuelta y renunciar...
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Por cada tres NO pequeños da un SI, un SI que desatornille las puertas y escandalozo como una noche de ebrios; por cada tres NO moribundos da un SI casi vivo que haga danzar las murallas como puentes colgantes, sin perder piedras ni gloria, pero que dancen libres de su peso, que se contoneen como gatas en celo, que bailen como cabellos en el viento. Por cada tres NO como noches da un SI de susurro, un SI que seduzca al abismo, tan alegre como el orgasmo de mil pájaros huyendo, como el incendiar de mil barcos, como el recorrido del sol. . .
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Por cada NO da tres SI que le estallen en la cara al tiempo con juegos pirotécnicos y música de banda de pueblo.

11 jun 2008

RETURN DE POST VIEJOS!! AHORA TODA "MEMORIA"
1a parte

Hay personas que olvidan pronto. Hay quien no tiene una memoria corporal por más de dos meses. Yo no soy así.Mis gafas, mi cabello castaño color de olvido, mi boca pequeña, mis labios apenas dibujados y siempre arrepentidos, mi cuerpo delgado, encorvado, mi rostro siempre oculto, obviamente no son para recordar; soy insignificante, mi voz apenas se escucha, y no puedo sostener jamás la mirada, no puedo ver a nadie a la cara.
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Hay personas que olvidan pronto. Mi padre me trataba como hija, me miraba como hija todo el día y casi todos los días. No tenia porque hacerlo, no era mi padre. Mi madre le hizo jurar que me cuidaría antes de morir, pero no era mi padre; aunque tratara de serlo, de protegerme, de enseñarme, de suplir mis carencias, de formar mi carácter, de ser y hacer todas las cosas que hace un padre, siempre en las noches lo olvidaba.
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Lo olvidó desde la noche que desperté gritando porque alguien, oculto en las cobijas seguramente, me había cortado, porque estaba bañada en sangre, porque el fantasma me seguía haciendo sangrar y no sabia dónde estaba; esa noche lo olvidó por primera vez. Me cargó, me abrazó, se comió mi llanto, absorbió mi miedo; hasta que de repente otro miedo me nació, un miedo de muerte, de que me robara el alma con el primer beso abismal en mi vida, de que me rompiera la carne al hurgar en los huecos y las cuevas, de que me rasgara hasta los tuétanos con sus manos de minero hambriento. Miedo, angustia, de ver por primera vez a un hombre, su cuerpo fuerte, su sexo inmenso; y el pánico ahogador de que se fuera, de que dejara de tocarme, de morderme, de matarme, temblando del horror de saberme mujer, mujer vacía y vaciada, el terror de que por fin se fuera saciado, extrayendo para siempre el último aliento de mi alma. Y así desde esa noche, cada noche, cada mes, cada año, dormí con él, dormí con miedo.
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Nunca me permitió conocer a nadie más, nunca. Una noche llegué a casa con un chico, un chico bueno, joven, dulce, limpio; y él se portó como un padre, le sonrió, le ofreció café, le hizo platica, y cuando se marcho me dijo que era un buen prospecto. Pero a la media noche mientras yo dormía, entró en mi cuarto, me levantó de los cabellos, me golpeó el rostro, me poseyó de todas las maneras posibles, y me gritó, me susurró, me tatuó el vientre, los muslos, los pechos, me marco la vida diciendo: “eres mía, de nadie más”.
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Hay personas que olvidan pronto, yo no. No volví a levantar el rostro, primero por el enorme cardenal que me engrandecía el ojo, después por la fobia a que cualquier chico se atreviera a mirarme, y sobre todo por el miedo de yo mirar a otro hombre, a un hombre joven, bueno, limpio, y desearlo, y entonces soñar un despertar con otro, y no con sus brazos, y no con su fuerza. No volví a caminar erguida, no volví a levantar la voz, no volví a hacer nada que me hiciera recordable. No.
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Hay personas que olvidan pronto. Yo no. No sé olvidar, aún escucho sus pasos sobre la duela, el rechinar de la pesada puerta de caoba, el murmullo de la ropa y el metal de su cinturón al caer al piso, el aire cortado de mi boca al sentirlo contra mi piel; el olor a renuncia al canto del gallo, el hedor de la ausencia en el alba, el apeste del vació al amanecer, cuando al abrir los ojos él ya no estaba en mi cama.
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Hay personas que nunca me notaron, que nunca me miraron, que nunca sintieron mi presencia, que vivieron junto a mí ignorándome como si fuera menos que un fantasma. Hay personas que nunca me escucharon, que pensaban que el piano se tocaba solo, que creían que no era necesario ir a una sala de concierto para ver unas manos de alguien arrancándole angustia, pasión, amargura, deseo, vida a un piano; que era inútil convocar a un auditorio a siquiera tres personas para escuchar música, cuando se podía escuchar por fuera de un salón de clase cualquier tipo de música, toda desde Bach hasta Ligeti, desde Lacheman a Mozart, bien tocada, bien sentida, bien peleada, bien amada. Hay personas que nunca me notaron, es decir todas las personas; excepto él.
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Hay quienes te obligan a levantar la cara, a gritar tu nombre, que te sacan la furia, el orgullo que jamás pensaste tener, que te forzan a caminar erguida, a sonreír. Yo lo vi. Lo vi entrar en el salón de clase. Lo vi recargarse en el piano, escuchar con atención, no despegar sus ojos de mi rostro; pero lo más importante es que al verme me derribó las noías y las fobias. Me retó.
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Hay personas que olvidan pronto. Yo traté de olvidar. Yo dejé de llegar, me sumí en el piano, en la música, y no regresaba a casa hasta muy entrada la noche. Puse candados por adentro de mi habitación, cerré los oídos ante cualquier grito, maldición o suplica; no escuché, no olí, no respondí a ninguna de las lunas ni a sus pasos. Traté de olvidar cuanto amaba su cuerpo, sus besos, cuanto deseaba despertar con él; hasta que una noche al llegar a la casa, encendí la luz, y vi en un péndulo a mi carne, a mis huesos, a mi vida, lo vi sin nada de aliento, sin nada de fuerza, sin nada de mí.
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2a parte
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Trabajé con él seis meses. Él componía, yo tocaba. Estudié su música no para huir ni para refugiarme de nada. Estudié su música, toda su música, cada nota, cada recurso, cada acento o dinámica, cada intensión, sólo para que él me mirara, para verlo sonreír, para ver sus ojos destellar por mí. Yo, presenté su música en una gira de seis meses. Yo, la insignificante, la miedosa, la incapaz de llamar la atención, llené, por otros seis meses, salas de concierto, arranqué aplausos en su nombre, acepté flores, sonreí ante multitudes. Yo. Todas las noches de concierto, desde el principio hasta el fin, fui otra, fui una mujer sin memoria, libre, viva.
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Desde que me compró el piano, todas las madrugadas, antes de que él abandonara mi cama, me levanté a estudiar. El sol me encontraba repitiendo en el piano el ritual nocturno de posesión; mi nuevo amante tenía que amarme, que entregarse, darme toda su alma, rendirme toda su fuerza, debía desearme, debía ser mío. Mi padre se ponía celoso, hacía café y maldecía en silencio, sabía que el piano lo sustituía, que ya no importaba, que ya tenia con quien amanecer explotando en mil orgasmos, que él podía vestirse tranquilo, desayunar, tomar su sombrero y su pala, azotar la puerta y marcharse sin remordimientos, por que ya nadie le besaría a lágrimas, de las manos a los pies, para que se quedase. Él lo sabía, por eso un día en el lugar del piano planto un guayabo, y me hizo el amor bajo sus hojas hasta que me desmayé.
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Al finalizar el concierto él salía feliz, saludaba a todo el mundo, se ligaba a alguna chica, y entonces lo veía alejarse mandándome un abrazo, yo le sonreía y me quedaba sola, temblando por el miedo de que alguien me quisiera entrevistar o acompañar al hotel, muriéndome de celos porque de seguro la afortunada chica terminaría en su cama, e hirviendo de deseo porque llegaría la noche y yo no tendría mas que a mi mano como amante.
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Hay personas que olvidan pronto, pero cómo olvidar aquella noche, cómo no recordar hasta el delirio cada detalle, cómo… Terminó el concierto, era un miércoles y él no salió a saludar a nadie, se quedo conmigo recogiendo partituras, inexplicablemente, aunque el concierto fue extraordinariamente exitoso y la gente se mostraba ansiosa por conocerlo, él se quedó, se quedó conmigo, y yo no lo podía creer. Cuando terminamos de recoger las partituras me guió hacia una salida de emergencia, salimos sin que nadie lo notara y nos dirigimos a su habitación de hotel. Yo temblaba de nervios pero no pude negarme, aún mi cabeza seguía escuchando “eres mía, de nadie mas” pero no pude negarme.
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Cenamos, hablamos, no sé en que momento empezamos a jugar con nuestras manos. Al sentir como gritaba mi deseo me levanté casi violentamente, él me detuvo en sus brazos y me hizo bailar. Escondí mi rostro en tu cuello imprudentemente, mi cuello conoció intempestivamente tu boca. Trate de rechazarte, y comenzó la pelea, una lucha casi violenta, casi tierna; al tratar de escapar de tus brazos me anudaba más ciegamente a tu cuerpo, lo único que logré fue acrecentar el deseo. Al fin ya no pude contenerme, nos besamos, tus besos eran furiosos, agresivos, abrazantes. Trataste de vencerme, de doblegarme, de conquistarme al más medieval estilo, cuando casi cedía, cuando ya me faltaba gran parte de la ropa, sentí tu sexo, reaccioné, y huí…
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Pasaron lentos y angustiantes, desesperantes y eternos sesenta minutos. En todo ese tiempo no dejé de torturarme, de reclamarme, “’¿por qué no? ¿por qué no?” Justo a la media noche tocaste la puerta, te abrí. No te di tiempo de explicarme nada, ni siquiera de abrir la boca, te besé, te arrastré, te obligué a tocarme, no reaccionaste rápido, ¡pero vaya que reaccionaste! Nos hundimos en un pantano de besos, caricias, mordidas, gemidos; de llantos, de gritos, dolores, angustias, miedos, deseos, y muertes. Quisiste penetrarme y de nuevo me negué…
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Desperté con el delicioso aroma de tu cuerpo junto al mío, estabas tan cansado y tan dormido, pero al sentir que te miraba me levantaste con una mano de la cama como si yo fuera de trapo, en el aire me llenaste de besos la cara, el pecho, el vientre. ¡Que delicia fue amanecer atrapada por ti!…Todas las noches, cada noche, durante las tres semanas finales de la gira, me rogaste que te dejara entrar en mí. Una noche casi lo logras, pero viste mis ojos agonizando de angustia…lo siento, es el último refugio que le queda a mi violador, está muerto, yo lo sé, pero sepultado en mi sexo todavía respira, si te dejo entrar matarás su memoria, terminarás de hacer polvo su imagen; su única gracia, su único talento fue volverme loca de vida al penetrarme, no puedo asesinarlo de nuevo, no puedo destruirlo otra vez.
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Él fue muy paciente, se moría de ganas de hacerme suya por completo pero pudo más su caballerosidad, no me forzó. Yo estaba apenada, deseándolo y negándome al mismo tiempo, una noche escondí el rostro en su pecho, y le dije –¿Ves? no soy buena amante. Él contestó –no quiero una amante, quiero que me ames.
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El día que nos despedimos me pidió que me mudara a su casa. Yo no sólo me negué sino que desde ese día decidí no regresar a su estudio, no cumpliría el trato tácito de trabajar juntos otros seis meses y preparar otra gira. No volvería a verlo, no volvería a tocar el piano, no volvería a entregarme a nadie ni a nada, el alba no me sorprendería con otro amante que no fuera la memoria de mi padre.
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Llegué a mi casa. Hacía meses que no entraba. Un fuerte olor a olvido me estremeció. El sudor del minero parecía salir a recibirme, escuché sus pasos, vi su lugar acostumbrado en la mesa ocupado por su sombra. Pero la asfixia de la verdad me hizo caer en un llanto más ahogado y profundo, que el de la tarde que lo enterré en el jardín, cuando a besos me despedí de sus manos, y con mis propias uñas cabe su tumba, cuando junto con su cuerpo sembré el mío, y juré ser su fiel amante perpetua.
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3a parte y final
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Durante dos meses cada vez que sonó el teléfono fue él. Durante dos meses no dejaron de llegar cartas de súplica, de gritos de pasión, de ruegos para que dejara todos los recuerdos, los miedos, los muertos, y me fuera con él. Nunca nadie me había dicho palabras más hermosas, nunca nadie mostró tanto interés por mí. Cada día mi voluntad iba empequeñeciéndose hasta llegar a ser un tímido murmullo de niña muda.
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Pero no fueron sus palabras las que doblegaron mi voluntad; sino el espantoso vacío de la cama, lo grande y fría que era, el horror de que el sol me encontrará con la piel rasguñada, los ojos llorosos y los brazos sueltos sin poder retener nada más que aire; el asqueroso sabor de la boca vaciada, de mi lengua sin cansancio, de mis labios sin mordidas.
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Hay personas que no tienen memoria, yo decidí borrarla y a la vez crearme una nueva. Me aprendí todas sus cartas, me repetí todas sus promesas, recé todas sus palabras. Hay personas que dejan huir las caricias como gotas de agua, yo podría describir cada línea, cada poro, cada pliegue de su rostro y de su cuerpo. Hay personas que olvidan pronto, yo cerré todas mis puertas y tomé todas mis cosas, y con la absoluta ciencia del dios llegué a su casa que nunca había visto, después de tres meses de extrañarlo con verdadera ferocidad, llegué dispuesta a vivir con él todas sus promesas y de realizarnos todos sus deseos; sin dudas, sin titubeos, sin volver atrás.Hay personas que no tienen memoria. Que olvidan hasta sus propias palabras, que pueden creer que en realidad nunca las dijeron, que traicionan sus deseos, o que los sustituyen con otros, que no pueden vivir del recuerdo.Llegué, entré directo a buscarlo, como él me dijo -“la puerta siempre estará abierta” así era. Busqué en su estudio, en la cocina, en la estancia. Entré en su cuarto, me metí a la bañera y de repente mientras me duchaba, escuché murmullos de mujer, quejidos y gemidos que se acercaban hasta recostarse en la cama; escuché hasta poder oír las mismas palabras, las mismas promesas, las mismas suplicas; mi oído se afinó tanto que hasta pude reconocer la ruta de sus caricias en el cuerpo de la otra mujer.
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Mojada de la ducha, de las lágrimas, de la vergüenza, me quede inmóvil mientras se desarrollaba en la recamara contigua toda la escena amorosa. Hay personas que olvidan pronto yo lo sé, sé también que soy olvidable, que no lo complací en todo, que nunca dí muestras de que en verdad le creía, sé que nunca podría competir con una mujer normal, que era demasiada pretensión creer en la eternidad de sus palabras; pero ¿cómo, en nombre de todos los dioses, pudo olvidar algo que manifestó sentir tanto y de manera tan profunda, tan pronto? ¿cómo pudo haber olvidado, no a mí, sino sus propios sentimientos de manera tan radical?
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Temblando de frío, esperando que la mujer y él se fueran, permanecí en la bañera, rogando que en la embriaguez de su aventura no advirtiera mis pertenencias, mi olor, mis sollozos. No sé cuanto tiempo pasé allí, perdí la noción, quizá hasta el conocimiento. Ya bien entrada la noche escuché que se iban, salí a prisa del baño, me vestí, y cuando estaba a punto de salir por la puerta trasera, lo oí gritar, llamarme. No me detuve, él corrió, me abrazo… te rechacé, te escupí, te maldije, te golpeé hasta que se me vació el alma y se me acabaron las fuerzas, desperté en tu cama, tus ojos me velaban, tu boca trataba de revivirme.
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Hay personas que olvidan pronto, yo no. Entré en la casa. Un fuerte olor a olvido me sobrecogió. Vi sus maletas a la entrada de mi estancia, escuché el caer incesante de la ducha, corrí a encontrarla, y entonces vi bailar su sombra con mi cuerpo a la puerta, con mi alma colgada de la lámpara, con mi carne y con sus huesos meciéndose como péndulo en la eternidad. El cuerpo que nunca fue mió, la carne que nunca conocí completa, su final, mi final, que hasta entonces me era desconocido, me dolieron hasta la locura.
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Se la arranqué a las sombras del baño con la esperanza de podérsela arrancar también a la muerte. Le besé las manos y los ojos inolvidables, le mordí la boca por ver si así le regresaba el aliento. Traté de penetrarla para que se levantara a golpearme. Su rostro de virgen dormía adolorido, su cuerpo se ponía rígido rápidamente a pesar de mis manos; y entonces escuché pasos pesados, botas gruesas como de minero, un intenso olor a tierra y sudor me hizo voltear, y sentí una descarga de pala en la nuca.
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Cuando abrí los ojos estaba tirado en el piso y la boca me sangraba; tenía en la mano un mechón de cabellos castaños, y en el cuerpo una infinita tristeza. Amanecía. El sol me encontró para siempre con los brazos vacíos, con el alma vaciada, sin el único cuerpo de mujer que amé hasta el olvido y que ni siquiera muerto pude poseer.

7 jun 2008

RETURN DE POST VIEJOS
dos en la primera tanda

TRUCOS PARA NO ENLOQUECER
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Tercer truco:
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Pregunta hasta el hartazgo, escarba las razones hasta el hueso, pregunta, pregunta pregunta pregunta que la locura es quedarse con la espina en la conciencia...
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¿Cómo se hace? ¿Cómo se arranca el deseo como gajo de naranja? ¿Cómo se aborta tanta ternura tan quirúrgicamente que ni quede cicatriz? ¿Cómo se dejan morir tantas ilusiones como moscas?¿Cómo renunciarte? De verdad no es retórica ¿cómo le dice una a la sangre que no corra, que deje de regar el cuerpo, que deje de llegar al cerebro? ¿Cómo detener la cabeza que busca en todo intrincado laberinto una salida? ¿Cómo se le dice a la piel que se cierre, que no reconozca ni el calor, ni el dolor, ni el fuego?
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Ay, pedirle a la muerte que te mueras no alcanza para perderte porque creo en el infierno.
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¿Qué se le raspa a la vida para que deje de esperar?Dan ganas de cortarse los dedos uno a uno para no detenerte de los cabellos, de tallar los labios contra pared hasta que todo lo rojo se vuelva de piedra y ya no tengas que besar, de exprimir los ojos para no verte ni cuando los cierro, de arrancarme todos los cabellos para no trenzarte, de cocinar el corazón para que si quieres lo mastiques…
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Sino dime tú ¿cómo le hiciste? ¿Cómo pudiste confundirme con la licuadora y apagarme? ¿Cómo te bañaste mi cuerpo hasta no dejarte ni un poco de tierra? ¿Cómo cortaste los cables y dejé de ser eso que vibra, que corta, que muerde, que vive? ¿Cómo pase a ser un archivo traspapelado? ¿Cómo pudiste pactar con mi muerte y venderle tus manos para no tocarme, para no alcanzarme, para no ahorcarme tu mismo? ¿Cómo pudiste llevarme flores, cantos, olvidos y llantos? ¿Cómo pudiste dejarme caer en el polvo, dejarme caer, dejarme?¿Cómo se hace? ¿Cómo hiciste? ¿Cómo haré?
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Pregunta más allá de la dignidad y de las respuestas. Pregunta.
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SOL NEGRO
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Sabes?
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El romance que tengo con tu cuerpo está más blindado que tu indiferencia; las lunas pueden volverse de tiza y los soles sólo el resplandor de un faro viejo, pero el punto final del deseo seguirá postergándose hasta que no haya gusanos ni polvo ni tierra que acune nuestros restos.
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Sabes?
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De nada sirve huír pero tampoco acercarse, la atracción es tan intensa como el rechazo, las sonrisas tan letales como el odio; somos un péndulo que toca todos los polos del afecto y la locura, tú y yo, demonios/angeles vivimos volando/cayendo de la gloria al infierno. Entregarnos podría redimirnos o arruinarnos, renunciarnos nos llevará de seguro al suicidio lento o rápido, de revolver preciso o de dias y dias lejos y muertos.
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Sabes?
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Besarte hoy, hacerte el amor hasta que no tenga ni piel ni esperanzas, dejar que habites hasta mis entrañas y pupilas, es tan peligroso como si cerrara la puerta para siempre y me sentara en mi sillón favorito, para escribir esta carta tomando cianuro mezclado con mezcal, y el dulce Requiem de Fauré me arrulla, mientras veo tus ojos vagando de un cielo a un piso que cada vez se acerca más.