7 mar 2014

Piernas y no alas

Hubo un chico al que le gustaban mis piernas.

Es memorable el dato porque mis piernas no son lindas. Yo apostaba por mi pecho o mi abultado derriere, pero no, a él le gustaron mis piernas.

Según él, lo primero que le gustó fue mi cara, pero bueno parece que a los hombres un rostro no les inspira lo suficiente para tomar cartas en la acción. Un día se me ocurrió llegar con un vestido largo, asimétrico, además de negra su tela era un poco transparente, y no, no traía fondo; entonces a contra luz, el pudo ver, de principio a fin, la longitud y delgadez de mis piernas. "Como hombre, ese fue el primer gran flash".

Como hombre. Es decir, la primera vez que me vio como hembra, y él se vio a mi mismo como macho, viéndome. ¿Que es el enamoramiento?

¿Una pulsión netamente reproductiva que no quiere engendrar?

Es curioso que explotemos una sexualidad de la que no estamos del todo consientes y sin embargo sepamos inequívocamente en que lugar vamos al manejarla. Saber que le estamos cortando la respiración y anegando la conciencia, que se le seca la boca y a la vez babea, que no deja de mirarnos y cuando lo hace no deja de vernos.

¿Qué es el enamoramiento? Jamás quiso decir que me amaba, que estaba enamorado de mi, lo sustituía con muchos "te quiero", los "te deseo" no eran necesarios. Sin embargo cada vez que me besaba cerraba los ojos y se perdía. En el metro, en la calle, en su cuarto, en el universo. Puedes sentir como una alma se para en tus labios, como está danzando entre tu lengua y de ahí salta hasta ahogarte. Puedes sentir un corazón haciendo malabares apoyándose en tus piernas que lo envuelven para no sucumbir del todo, para no sentir el golpe del vacío al caer.

Pero yo tome las alas, las piernas sólo eran prestadas.

13 feb 2014

Viaje en el tiempo


Hoy es jueves. por años pensé que mi rutina de los jueves duraría por siempre.

Hubo muchas veces que llegue casi corriendo después de recorrer media ciudad. Afortunadamente era una ciudad pequeña.

Me recuerdo caminando muy rápido, casi haciendo volar la falda o el vestido, siempre me vestía de falda o de vestido los jueves, casi siempre largo, a veces una blusa casi transparente, a veces el cabello volando.

Mañana es 14 de febrero. No tengo muchos San Valentin memorables. Tengo escenas algo bochornosas en la mente. Policías sacándonos de los rincones de los edificios públicos, mientras me acomodaba la falda o trataba de peinarme otra vez.

Recuerdo haber huido corriendo de mi casa a la que iba para fajarme con él cuando de repente vi que ahí estaba mi tía. Recuerdo las veces que no huí. Las veces que no nos alcanzaron a sacar los policías. Los besos, las caricias, los roces de nuestras entrepiernas, las manos apuradas bajo la ropa, las revolcadas en la hierba y sobre todo los besos.

Besar hasta secarse, hasta reventarse los labios, hasta la deshidratación, hasta perder toda la esperanza, y todo el amor. Sí, también recuerdo esos besos, royendo lo huesos y haciendo caer la conciencia como un pedazo de cerámica.

Las grandes historias de amor inician con una negación y terminan con todas.

Ninguno de esos días fue San Valentín. Los 14 de febreros siempre fueron una cosa al borde la aburrición, y la falta de talento para planear citas ligeramente interesantes.

24 ene 2014

¿Que pasó con la chica que quería recorrer el mundo en barco?



Esta es una entrada arriesgada. Visceral. Del tipo que me gustaba escribir hace años.

Es arriesgada porque a veces lo que dices puede herir a los que ocupan tu vida.

¿He cambiado mi barco por una casita?

No puedo negarlo, extraño viajar, extraño mucho tener todo el tiempo del mundo para leer, que todo mi dinero se vaya en cafés y en uno que otro viaje, a veces largo, a veces más o menos corto, didáctico o catártico. Extraño escribir hasta que haya vaciado el alma. Extraño a mucha gente, muchas películas, muchas caras, mucha música, muchos conciertos, muchos discos escuchados en la oscuridad a todo volumen. Extraño hablar con los desconocidos en el autobús, con los taxistas que me tendrían que llevar a la terminal, ver reír monjas con las pelis del viaje. Extraño las sala de espera y cargar maletas.

¿Qué paso con la chica que quería recorrer el mundo en barco? Me contestó un amigo cuando le dije que me había casado. Más bien me preguntó, me reprochó, me reprobó, me abofeteó, eso sí, con mucho cariño.

No soy una gran ama de casa. No soy una buena ama de casa. No soy siquiera una decente ama de casa. Es decir, soy pésima.

Pero me enamoré, en uno de esos viajes mi vida cambió. Empecé otro viaje que a veces no es muy poético, pero es mi viaje. Me gustaría ser más nómada, pero es bueno tener un lugar donde criar a mi hija, y poder llevarla a la escuela con gente que me gusta, en un lugar que desde que lo vi me dio seguridad; es bueno tener un sillón donde abrazar al hombre que me robó el barco, lo hizo de papel, lo deshizo y luego lo mandó a volar.

¿Qué ha pasado conmigo? Soy tan distinta a veces que ni siquiera me reconozco, que a veces me da miedo de tanto no verme por mucho que me asomo al espejo. Y el guasón está en lo cierto "lo que no te mata te vuelve más raro". Y no es el matrimonio lo que no me ha matado, es ... la vida. La vida en pareja es dos veces más dura, porque cargas con tu suerte y con la del que amas. Porque todos los futuros se condensan en uno tan denso que parece que te va a tragar. Me he vuelto más rara, más espesa, más palpable, menos mágica pero más real, más terrestre, más maíz. Y eso no me desagrada.

¿Volveré hacer un barco para recorrer el mundo? Sí, es cuestión de tiempo, pero este no será de papel.