4 dic 2012


Dicen que si un escritor se enamora de ti vivirás por siempre.

A dos que tres de mis amores no los inmortalicé, sin embargo quedaron en la mente, por un segundo, de algún lector.

Prometí hacerlo contigo, pero satisfacerte con mis intentos fue como hacer feliz a una mujer histérica. Cuando no te agobiaba el pudor, te enojaba la sinceridad, o la fata de tacto, o la sobra de emoción.

De hecho deje de escribir, de ti, de la luna, de cualquier cosa, porque sentía tus ojos detrás de mi nuca; la misma mirada de reprobación que había visto antes en mi padre, exactamente la condena de mi tía la amargada.

Y ni modo, hoy me rebelo. Voy a escribir de ti, escribiéndote. Si lo lees perfecto y si no da igual. Te escribo para decirte que jamás he de describirte, que no te haré poemas ni de ira, ni de despecho, ni de amor. Que no contaré sobre ti, ni de tus ojos, ni de tu boca, ni de tu corazón. Me guardaré  todo lo que te amo siempre y todo lo que te odio a veces.

Nunca serás un cuento, nunca nadie más sabrá de ti.