21 oct 2011


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Veo la tarde, el volcán rompiendo la inmensidad del cielo, el sol más rico para acariciar espaldas, el aire que mueve la transparencia. Veo la tarde, y me imagino el placer de caminar bajo ese clima, el frío tímido recorriendo mi piel, todo lo veo detrás de la ventana. A veces uno es unas alas sin viento, un poema atascado, una tarde sin gente.

Ella debe estar en la fila para la entrada del auditorio, hablando con alguien o leyendo como los caballos cuando se duermen. Seguramente tiene un café en la mano, y su cabello vuela. Al salir de concierto ella sabe que nadie la espera, no hay un malla de seguridad al retorno, no hay unos brazos constantes. Por eso puede ligarse o no al chico de al lado, al señor de enfrente, al que va pasando y ni siquiera se le nota por asomo deseo de escuchar buena música. Por eso puede ser que si la gana le da tome un autobús para caerle de sorpresa a su eterno ausente. Ella es una constante decisión, un camino de variables, se puede decir que es libre, tanto que de todas las opciones está noche no tendrá ninguna. A veces la soledad le arde demasiado, eso no importa, nadie le quitará su espacio.

A veces uno es viento sin alas.

7 oct 2011


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Tengo a mi hija recargada en mi pecho, sujetándola con un brazo, pero sigo leyendo. Mamá mientras tanto trapea sin parar de hablar y sus palabras se confunden con las de Carver.

Me muero por un café pero no es bueno para la lactancia, entonces imagino que tampoco puedo fumar, y la negación se hace un poco menos difícil. Ella se reiría de mi.

La imagino recargando su espalda muy atrás en la silla, para que su cabello cuelgue y reclinándose violentamente de pronto para alcanzar el café. Su bluzón café ajustado y esos jeans deshilachados descuidadamente. No está maquillada, lo único que se pintó fue la boca pero el labial ahora está sobre los bordes de la taza. Está sola en la mesa del café, es de noche, y no le importa que todo mundo la vea como una solterona solitaria, guapa, pero solitaria y solterona.

La imagino caminando en la noche, hablando sola, contoneando sus caderas anchas, moviendo su cabello al andar. Pero sola, conversando consigo mismo en el trayecto a su casa. No importa si llueve, hace frío, la noche esté oscura o no. Tampoco importa si está en su ciudad u otra. De hecho ni siquiera si va con alguien. Es como si de todas formas nadie pudiera acompañarla.

Ella se burlaría de mi. Pero no importa, no tiene idea de que hacer con su vida, ni siquiera de lo que vale. Todos sus pasos son una ilusión.