29 mar 2010


lo que no


Por fin estoy leyendo "los detectives salvajes". Y sé que ya es tarde. La primera vez que escuché del libro todavía estudiaba con Hebert, y él nunca presta libros, a mí si pero sólo para la tesis, yo le presté varios esperando que él me pasara alguno, pero no, nada, sólo biografías o artoículos de instrumentos, o musicología. Después todo mundo hablaba de él pero odio eso, leer algo porque todos lo leen, siento rabia de las adoraciones en masa, desconfianza, pura payasada al fin porque de todos modos empecé a buscarlo por todas las librerías de mi pinchurrienta Morelia, (me encanta pero nunca se encuentra ningún libro "nuevo" en sus librerías). También aqui en Puebla lo busqué al llegar, pero en cuestión de libros, no es muy distinta de Morelia, (y aunque mi suegra la defienda a capa y espada, en cuestión de conciertos y etc. está más pinchurrienta que Morelia, y la gente no sabe cuando aplaudir).

Bueno por fin lo encontré, y me cuesta trabajo dejar de leerlo. Todo lo que pueda decir del libro está más que dicho, todo mundo lo ha leído y bueno, pero me gusta esa emoción que hace mucho no sentía con un libro, esa necesidad de no parar; lo único que me desgrada es que me siento muy vieja para él, desearía tener de nuevo diesiciete, o volver a la inconciencia de hace tiempo cuando no me daba cuenta de mi edad. Pero ni modo ya no soy la eterna adolescente, y si alguien se alegra de esto se merece un puñetazo por imbecil.

19 mar 2010


SILENCIO Y CAMBIAR



El domingo pesqué los primeros dos peces de toda mi vida. No sé que esperaba pero cuando mordieron y los jale, y los vi pelear para safarse del anzuelo, retorcerse en la tierra hasta empanizarse de polvo, me dí cuenta que quería aprender a pescar no a matar peces. Pero no me las puedo dar de pacifísta, mate dos, y luché por un tercero. Creí que la culpa del placer por atrapar algo y ser cruel desaparecería con un tercero. Mi ego y autocomplacencia estarían a salvo con un tercero, pero la vida no quiso que perdiera el horror por la muerte de algo tan pequeño a mis manos.

Las predicciones de un gran terromoto que azolará el D.f. y también Michoacán me aterran, ¿a donde podré huír si me quedo sin casas? Me gustaría ese día estar en el Zócalo o en la Madero caminando sin pensar en nada, caminar entre las calles del derrumbe, algo asi como "y sus templos palacios y torres se derrumben con tórrido estruendo, y sus ruínas persistan diciendo, de mil heroés la patría aqui fue". Y perdón por el grito patriotero y heroíco, lo que pasa es que en mi alma no termina de morirse el niño heroe envuelo en la bandera. Otra cosa es que no creo en lo que las brujas dicen, aunque leer semejante predicción: la sierra madre desmoronándose, es trisitísimo, ¿no has viajado encima de su lomo viendo como los dobleces de la cobija terminan en ríos de cuento?

Tal vez nuestra necesidad de emocion sea lo que nos haga, de buenas a primeras, dar un volantazo en el camino e ignorar nuestra ruta para ir a otra dirección, que no tiene que ser la opuesta, sino un viraje a cualquier ángulo, mínimo como cambiar un casi largo y rojo por un disparejo chocolate con rayos rubios, o al vez uno de unos 20 grados que va de ser compositor a chef, o novelista, o ...

Y con eso no quiero decir que no admire a esos que se consagran a su camino, que nunca se dejan distraer, que tienen un sólo y enorme sueño, y que todo lo que hacen está canalizado hacia ese esfuerzo; sí los admiro, claro que sí, algunas veces hasta he querido ser como ustedes, pero yo nací distraida, nunca he creído en eso de tomar un mapa marcar la ruta y seguirla como se dice el credo, me gusta vagar, me gusta quedarme en un pueblo por un tiempo hasta que salga un tren de un número que en ese momento me paresca interesante; y tampoco es que siempre siga mis sueños, idealizo muchas cosas, ambientalizo mis ideales, pero soñar soñar lo que se dice soñar, creo que dejé de hacerlo desde los trece.

No existe el silencio eso es absolutamente cierto, ni la obscuridad, pero si los sordos y los ciegos, los mudos y los que cierran los ojos. ¿A ti no te gusta cerrar los ojos y apretarlos para ver esas raras figuras de colores? ¿No te gusta taparte los oídos para escuchar como resuenan las palabras de otros, y entonces los claxonasos si son un sonido interesante, y hasta tu propia voz suena a clamor de la tierra? ¿No te apetece quedarte callado por horas y también dejar de pensar para que no quede ni una sóla palabra que te interrumpa?