13 feb 2014

Viaje en el tiempo


Hoy es jueves. por años pensé que mi rutina de los jueves duraría por siempre.

Hubo muchas veces que llegue casi corriendo después de recorrer media ciudad. Afortunadamente era una ciudad pequeña.

Me recuerdo caminando muy rápido, casi haciendo volar la falda o el vestido, siempre me vestía de falda o de vestido los jueves, casi siempre largo, a veces una blusa casi transparente, a veces el cabello volando.

Mañana es 14 de febrero. No tengo muchos San Valentin memorables. Tengo escenas algo bochornosas en la mente. Policías sacándonos de los rincones de los edificios públicos, mientras me acomodaba la falda o trataba de peinarme otra vez.

Recuerdo haber huido corriendo de mi casa a la que iba para fajarme con él cuando de repente vi que ahí estaba mi tía. Recuerdo las veces que no huí. Las veces que no nos alcanzaron a sacar los policías. Los besos, las caricias, los roces de nuestras entrepiernas, las manos apuradas bajo la ropa, las revolcadas en la hierba y sobre todo los besos.

Besar hasta secarse, hasta reventarse los labios, hasta la deshidratación, hasta perder toda la esperanza, y todo el amor. Sí, también recuerdo esos besos, royendo lo huesos y haciendo caer la conciencia como un pedazo de cerámica.

Las grandes historias de amor inician con una negación y terminan con todas.

Ninguno de esos días fue San Valentín. Los 14 de febreros siempre fueron una cosa al borde la aburrición, y la falta de talento para planear citas ligeramente interesantes.