
"Tienes la rebeldía en el espanto de la sangre
y la oscura tristeza en los cabellos...
(¡oh jaula de mi voz, prisión de mis tinieblas)" Efráin Huerta
"entonces habia que besarla profundamente, incitarla a nuevos juegos... se daba entonces como una bestia frenética, los ojos perdidos y las manos torcidas hacia adentro, mitica y atroz..." Rayuela
Nunca se sabe, cuando se besa, si se mata o se muere. Robarse el aliento de un desalentado es gran pecado. Comerte los buenos deseos, la intensión correcta de no dejarse seducir por una quimera. Hacer el amor con labios, dientes y lengua; hundir las manos en una malesa de rojos y negros. Tomarse la sed, beber el fuego, tatuar el viento, jugar a no morirse solo. Usar el aliento ajeno para esconderse, salir del ataud de uno mismo para sepultarse en otra boca. Es en verdad muy cruel.
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Intercambios de carroña, de dolores, de frustraciones. Te presento mis fantasmas para que los acaricies, mis angustias para que las ampares en tu carne, mis fracasos para que te toquen la espalda. Mi cabello es la isla de mis amores náufragos, tu cuerpo es la única balsa de esperanza; pero pesa demasiado el muerto que cargo en el alma para que alguien pueda salvarse. Te hundo en mi tristeza, en el ansia, en mi pecho; me hundo en ti, en tus anhelos nuevos, en tu vida sin borrones, en tus brazos; en tu cuerpo que tiembla de todos los deseos que le doy, pero que se duele de todo el consuelo que le niego.
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Para que déje de llorar tienes que romperme la piel a besos, anúda con tu lengua mis lagrimas, muérdeme la vida, no pares hasta que muera. Trága mi aliento, y con él, el dolor.