22 feb 2007



ALÍ CHUMACERO: UN ENCUENTRO ONTOLÓGICO



"Lamento que entre tumbas se consume
como época de sombra en una devastada tempestad,
mi corazón esparce su evidencia,
su dura flor de roca desolada
y al desbordarse forma
un cálido latir sobre la piel;
golpean mas allá del cuerpo sus defendidos límites
prolongando su extrema vigilancia
contra un mundo al fin eco de mi sueño."
Ali Chumacero, "Debate del cuerpo".

Leí a Chumacero por primera vez en un taller de creación literaria, y la verdad, pése a toda la verguenza que me dió mi ignorancia, tuve que admitir que no entendía nada. Lo leyeron en voz alta, y me sentía como la Maga en el Club de la Serpiente, bien perdida y bien "violeta". Sin embargo, desde no sé cuando, al leer la Biblia, me dí cuenta de que la verdadera poesía, la mezcla perfecta de belleza e inteligencia, se escucha bien, te provoca estremecimiento y escalofrío en la piel, pero sobre todo, sabe rico decirla, aunque la cabezota no entienda nada. Y así fue mi primer acercamiento a Alí, sin entender, pero saboreando su musicalidad y el ritmo del eco de sus palabras. Recuerdo haber pedido el libro prestado al director del taller, y leerlo en las noches en voz alta, casi como rezandolo, hasta que, al enamorarme de su sonido, sus letras empezaron a tener sentido en mi cabeza.

No recuerdo cual fue el primer poema que me enamoró. Solo sé que uno de esos que leí primero decia mi nombre: "Despierta Débora...", y auque no recuerdo que más dice, supe que me hablaba a mí, indiscutiblemente era para mí.

El "Debate del cuerpo" fue junto con la "Forma del vacío" y "Retorno", los poemas, que se volvieron un tiempo, mi mantra particular. Encontrarme al leerlos, perderme en su meditación, reperderme en sus preguntas que muchas veces habian sido las mías, me hizo buscar y reconocer mucho de mí en los páramos de Chumacero.

"En ceniza y olvido ha de morir
mas hoy insiste aqui como quien baña
con un lenguaje mudo sus palabras
surgido de una voz que interminable se repite
acaso de una sombra madurando,
a través de su luz dormida sobre los sentidos
para crear un mundo de armonía,
como un desecho aliento que retorna a su origen
y vuelve a ser imagen de su fuente."
¿De quién damos testimonio al escribir? ¿De nuestra alma? ¿de nuestros pensamientos?, ¿no es el cuerpo lo único que en verdad nos representa? El cuerpo nos engaña, nos hace creer que decimos lo que pensamos y sentimos, y en realidad, lo que hacemos es expandir nuestros límites, a donde no abarca nuestra mirada, donde nuestra lengua no puede anudar, donde los brazos se quedaron cortos, donde el olfato ni siquiera se aproxima, mandamos nuestras letras, para mirar, para acariciar, para conocer y que nos conozcan, porque al fin y al cabo "en ceniza y olvido a de morir, pero hoy insiste..."

Esa insistencia nos obliga a replegarnos, a acariciarnos a las horas donde ya no hay nadie, a quedarnos con nosotros mismos, y preguntarle a la piel y al sonido del barro que somos, quién somos, y que en verdad queremos, que rumbo tomamos y a quién amamos, pero sobre todo nos exige dejar evidencia.

Y soy yo mismo su violento impulso
al anegarme entre mi propia carne,
viviendo en ella defendido...
convencido de que existo en la vida de mi piel
habitando el seplucro de mi cuerpo."

P.D. La fotografía es de Tatiana Pachero, se llama Rituales de Identidad 2. Y todos los frágmentos de poema son citas de "Debate del cuerpo" de Alí Chumacero.

17 feb 2007




Rocamadour o la esperanza

"Bebé Rocamadour, bebé bebé, Rocamadour... te escribo porque no sabés leer."

Para mí, uno de los capitulos más conmovedores de Rayuela, es el 32. No es el más genial (pienso que se rifa este lugar el del episodio con Berthé Trepat o el de los tablones con Talita montada), ni el más interesante (que me dicen de la discusión sobre la realidad que hace todo el Club de la Serpiente), ni siquiera el más viceral (eso si es más dificil de escoger). Sólo es que este tiene el encanto de ser escrito desde la simpleza y candides de la mujer más entrañable del siglo veinte: una joven, ignorante, hermosa y enigmatica uruguaya, llamada Lucía y que para todos nosotros siempre será "la maga".

Uno al leer el libro nunca acaba de hacerse una idea completa de Rocamadour. Se cita poco, nunca hay un acercamiento "de la cámara" a su carita o a su expresión; es como si Cortázar lo esquivara y sólo nos mostrara la cama, las sábanas, la barriguita fría, y fotos de cuando vivía en el campo y la Maga lo extrañaba desde su pieza sucía en París. Sin embargo uno no puede olvidarlo, y de verdad nos duele saber que se muere, que al hacerse pública su muerte se acaba de la manera mas seca y cruel la relación entre Oliveira y la Maga; y de verdad tratamos de retardar lo más posible la llegada al final del capitulo 28, hacer que dure más la discución, entrener un poco más a Lucía, que no lleguen las tres de la mañana, que el olor a muerte no se note en el aire, para no se esfume, como la vida, todo lo que ama la Maga.

Y sin opción alguna soñamos con Oliveira al pan que llora, y deseamos con toda el alma volver a encontrar a esa mujer en alguno de los rincones de París o de Buenos Aires. ¿Por qué?

Algo que he pensado vez tras vez, es la razón por la cual Rocamadour no está con ellos hasta que la relación está a punto de irse al diablo. El porque la Maga cuando es feliz, (si es que se puede ser realmente feliz con un hombre como Oliviera que le duelen hasta las aspirinas), sólo extraña a su bebé pero no hace nada porque viva con ella, y ... ya sé que están pensando, que soy tonta o injusta, porque ella se lo lleva hasta que el bebé se enferma, no es que ella quisiera o no llevarlo antes, es que es una situación excepcional... pero ¿por qué se da esa casualidad, o por qué hasta entonces nos lo mete Cortázar en la trama, que quiere decir, que símbolo se trama detrás de la historia?

Lo más seguro es que ninguno y que estoy debrayando como siempre. Pero ¿no se parece un poco a lo que pasa en la vida? Cuando estás viviendo algo intenso, fuerte, pasional no necesitas de la esperanza, quizá te llega una nostalgia por querer tener una historia más bonita, más de cuento de hadas, pero esta bien, allí donde quiera que viva la esperanza vive bien, le va bien lejos, y en verdad aunque te pongas un poco loco y deprimente y te sientas un poco culpable por no esperar nada en serio y a futuro, a besos y sexo se te quita la cosquilla y la conciencia, y puedes de nuevo mantenerte de pie en esa rutina diariamente nueva de una relación de locos.

Pero, (siempre el funesto pero), cuando a esa relación se le empieza a terminar el aire, y te tienes que mudar tan cerca del otro que se te acabe el espacio, cuando ya no es un otro ni otra ni otros los que los separan, sino ustedes mismos los que se desencuentran, ¿no es cierto que es entonces cuando nos traemos a vivir con nosotros a la esperanza? Toda enferma y débil, estorbosa y molesta, frágil y amada; así, no importa, nos la llevamos con nosotros, aunque no quepa en ningun lado, y aun cuando sentimos la certeza de que son sus últimos respiros, le damos la medicina a sus horas, y le sobamos la barriguita, a ver si nos dura aunque sea hasta las tres de la mañana. ¿O no?