6 jul 2010



A un andaluz mexicano.

Desde que te ví supe que me causarías problemas. Eras chiquito, moreno y redondo. Después, durante varios años, sólo fuiste un piedrita en el zapato. Sé que te quería, que eras tierno, pero molesto como todos los hermanos pequeños.

Creo que desperdicié mucho tiempo, y a veces me siento culpable por eso, fui egoísta, cruel, y una reverenda mondriga. Pero no siempre, a veces si te veía, te defendía cuando alguna tía era mula contigo. También pasó eso del medigo chihuahua o pequines que nos persiguió por muchos departamentos y edificios, también tuvimos nuestro momento mistico en la carretera californiana, también nos divertimos de vez en cuando ¿no?

De todos modos que bueno que creciste, que te gustó antes que a mí les luthiers y Pedro Páramo; que bueno que tocas batería y guitarra como nadie, y luego piano, recuerdo que Montes te adoraba, y a mi me gustaba oírte tocar. A ti fue el primero de la casa al que lo conté lo de Marín, platicabamos de... ¿de que platicabamos? Cada vez te fuiste haciendo más intersesante y llegué al punto en que no sé que más decirte.

Ha sido un placer tocar contigo, caminar contigo en la noche, darle la vuelta al campus del seminario, divagar de cosas y viajar. Fue un placer la última vez que salimos juntos y solos, y la verdad no me imagino un mundo más feo que en el que tú no existieras.

1 comentario:

the lines on my face dijo...

está bien chida tu entrada... tantas cosas que les podríamos decir a los hermanos... el mio no lee mi blog, buu...
muchos abrazos